Se despertó con una sensación extraña, parecida a las ganas de llorar. ¿Una pesadilla? Quizá. Era temprano, demasiado; Los rayos de sol aún no habían conseguido vencer a la pereza y tardarían todavía un tiempo en aparecer. Hasta las sábanas echaban de menos su calor. Él, además, añoraba el tacto de su piel, su olor pero, mucho más que a todas esas cosas, quería volver a oír su voz regalándole un legañoso "buenos días". Lo había soñado tantas veces que parecía real.