lunes, 22 de noviembre de 2010

Ya no...

Sigo recuperando textos viejos, eso demuestra lo vago que puedo llegar a ser... este tiene poco más de un año pero, hoy, sigue vigente para mí.


Las buenas canciones, las que realmente merecen la pena, son aquellas que uno puede escuchar cientos de veces y seguir descubriendo, entre línea y línea, aspectos en los que no se había parado a pensar hasta entonces. Escuchaba ayer, como en muchas otras ocasiones, “Por la borda” de Quique González y una de sus frases me llamó la atención de una forma distinta, decía así: “soy el peor enemigo que me podía encontrar”. Totalmente cierto…

Solemos tener miedo del daño que puedan causarnos los demás, pero ¿y el que nos hacemos nosotros mismos? Nadie nos conoce mejor, así que no es difícil dar en el clavo. Bien es verdad que no solemos ser del todo conscientes de ese mal autoinfligido. Existen tantos tipos y grados de daño como personas; en esto, como en casi todo, cada individuo es un mundo. Hay quien se empeña en terminar una carrera que ni siquiera le gusta para no defraudar a papá, también quien confía precisamente en quien no debería hacerlo y no faltan, tampoco, aquellos que van a enamorarse de la persona que menos les conviene, bien porque el sentimiento no es correspondido o bien porque jugará con su corazón de la misma forma en la que los niños moldean la plastilina (si es que los enanos de hoy en día siguen siendo capaces de disfrutar de algo tan sencillo).

Sin embargo, el dolor más agudo, persistente y cruel se lo provocan quienes pronuncian las terribles palabras “ya no te quiero”, a pesar de no ser cierto. Aquellos que forman parte de esta categoría se han dado cuenta, quizá demasiado tarde, de que confiaron sus ahorros sentimentales a un/a estafador/a. Deciden echarlos/las de su vida para evitar males mayores, pero no es tan fácil lograr que abandonen su pensamiento. Se agarran a las entrañas como las garrapatas, como esos inquilinos que llevan meses sin pagar la renta pero a los que el dueño del apartamento tardará años en desahuciar…
No se me ocurre ningún remedio que ayude a mitigar ese dolor, creo que en estos casos el paracetamol o el ibuprofeno no son eficaces. Es posible que uno deba repetirse mentalmente ese “ya no te quiero” varias veces todos los días confiando en que, con el paso del tiempo, llegue a ser una realidad.
Pues eso, que YA NO TE QUIERO.

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