domingo, 21 de noviembre de 2010

¿Existe el desamor en los cuentos?

Hoy toca reciclar un texto que escribí hace tiempo en otro lugar:

En los cuentos que nos leían cuando éramos pequeños siempre había un final feliz, los protagonistas, casi siempre, acaban comiendo perdices. Es probable que también tuviesen el colesterol por las nubes después de varios atracones, pero eso no formaba parte de los relatos infantiles. Todo era blanco o negro, bueno o malo, no había espacio para el color gris.
Sin embargo los años, aunque no tengo muchos, me han ido demostrando que hay una cantidad enorme de tonalidades intermedias, que la gama de colores es, a veces, demasiado amplia y que en otras ocasiones, por mucho que uno lo intente, no es capaz de hacerlo bien… porque el final feliz llegará más tarde, tomará algún desvío e, incluso, es posible que no llegue nunca.
Con el paso del tiempo, las historias con un romántico y perfecto desenlace vendrían de la mano de la televisión y, fundamentalmente, del cine. Aún así, el esquema era idéntico: el chico perfecto conoce a la chica perfecta, se enamoran el uno del otro y viven felices hasta el final de sus días. Pero, ¿y si el príncipe no es azul y, además, se corta las uñas de los pies en el comedor? ¿Y si nuestra particular princesa de cuento de hadas ronca y no está dispuesta a quedarse en casa para cuidar de los siete enanitos? Seguro que también se quieren, o no… En cualquier caso, hay muchísimas cosas sobre el amor, el amor de verdad, el que va unido a dejarse la tapa del retrete levantada o a tardar una “eternidad” en maquillarse, que no nos contaron. Hay veces en las que me siento víctima de una estafa, del timo de la estampita en versión Disney. ¿Dónde está mi Blancanieves? ¿Eh? Eh?
No existe Blancanieves… pero es que yo tampoco soy un príncipe azul, ni quiero serlo. No obstante, esos finales tan propios de nuestra cultura, repetidos hasta la saciedad, nos han llegado casi al alma; por eso es difícil evitar una fugaz sensación de fracaso cuando la película de nuestra vida no concluye con un “The end” en letras mayúsculas.
Yo, mientras tanto, y por aquello de no desperdiciar el tiempo, seguiré disfrutando de mis finales mediocres porque uno siempre puede ir perfeccionándose entre un filme y otro y, porque además, la espera se hace así más divertida; y que me quiten lo ‘bailao’ y quien dice lo ‘bailao’ dice…

1 comentario:

  1. ¿Por qué los finales han de ser mediocres?

    Las historias no tienen por qué ser eternas. Y de las relaciones se sacan cosas buenísimas, aprendes, te refuerzas.

    A veces en los finales se llora de alegría. ¿Por qué no?

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